Sigmund Freud en su estudio, 1937. Fotografía: Princesa Marie Bonaparte / Everett Collection / La teoría de Rex Freud, que formuló en la década de 1890 y revisó repetidamente, fue exhaustiva y radical. Su conclusión es que no nos conocemos a nosotros mismos. En su formulación, la mente genera constantemente poderosos deseos que son reprimidos – apagados
por nuestros propios censores internos antes de que nos demos cuenta de ellos. Mucho de lo que hacemos, y pensamos, está formado por estos impulsos inconscientes, sin que nosotros lo sepamos. Los sueños, los resbalones de la lengua y los síntomas psiquiátricos son el resultado de deseos distorsionados por los censores mentales. En la “cura del habla”, la práctica del psicoanálisis, el terapeuta ayuda al paciente a notar estos lapsos mentales, a interpretar las luchas inconscientes que reflejan y a traerlas a la luz de la autoconciencia. Después de Freud, el psicoanálisis se fracturó en muchas escuelas de pensamiento, pero la idea de un mundo interior de conflicto inconsciente, y la idea de que las experiencias subjetivas son significativas e importantes, siguen siendo el núcleo de esta visión de la naturaleza humana. Mientras tanto, la neurobiología, el estudio científico del cerebro físico, evolucionó en la otra dirección. Neurociencia enfocada
en las tuercas y tornillos del cerebro: cómo las células nerviosas se comunican con pulsos eléctricos y químicos, cómo los cerebros aprenden, calculan y recuerdan. Pero la neurociencia evitó las experiencias subjetivas, apegándose a lo que podía medir y observar.
El mejor producto: las sensaciones deslumbrantes e íntimas de la conciencia humana.
Dice el neuropsicólogo y psicoanalista sudafricano Mark Solms, copresidente de la Sociedad Internacional de Neuropsicoanálisis, dice:
Ahora, describe Suzanne Moore
Sigmund Freud es «revolucionario» y dice que ahora es más relevante que Marx (Olvídese de Marx. Freud es el radical que necesitamos, 26 de diciembre). Moore tiene razón: Freud tenía razón y, por lo que respecta a eso, era Marx, al menos en ciertos puntos. Pero Freud realmente fue «apropiadamente radical», no solo reclamando los sueños como «fenómenos psíquicos de completa validez» sino también, como señala Moore, al escuchar la voz de Dora, una paciente que «se negó a ser un objeto de intercambio entre hombres poderosos». (Lo más notable, quizás, al terminar su tratamiento con Freud después de solo 11 semanas).
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